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LAS PIÑAS VOLADORAS

Caminando por el bosque hemos regresado con las manos llenas de piñas y, en los bolsillos, tantos piñones que se nos han acabado los dedos para contarlos.

Durante el paseo, vimos como caían las piñas al suelo haciendo mucho ruido y, rápidamente, se nos ocurrió que podíamos jugar a que en lugar de caerse, con un poquito de magia, las piñas podían salir volando como si fuesen una bandada de pájaros. Sólo necesitábamos la ayuda de nuestra mesa de luz.

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En clase, le contamos nuestro secreto a la mesa, que se puso tan contenta que no paraba de cambiar de color. Cada niño escogió una piña, un pincel y un hoja de papel. ¿Adivináis lo que vamos a hacer?

Para empezar, amenizamos la sesión con una música de fondo. Pensamos en un instrumento que se hincha y se deshincha como un globo. ¡Aquí está nuestro el amigo el acordeón!

A continuación, animamos a los peques a que cubran por completo las piñas con pintura.. Hay varios colores en el centro de la mesa para que puedan mojar su pincel donde quieran y combinar los tonos como decidan. El pincel corre a toda velocidad sobre las superficie de nuestro objetos ‘voladores’, pero a veces se escurre y se cuela por dentro, así podemos iluminar también el interior de las piñas con alegres colores.

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La pintura que cae sobre el folio de papel se convierte además en un pequeño cuadro donde se entretienen los pinceles al acabar esta actividad libre.

20141117_152428Para echar las piñas a volar seguro que habéis pensado en unas alas. ¡Pues os habéis equivocado! Es algo mucho más sencillo. Los niños sujetan sus ‘obras voladoras’ mientras les atamos en la punta un cordón de hilo. Las fijamos en el techo de la clase y, cuando después de comer nos tumbamos a descansar, las vemos bailar sobre nuestras cabezas y soñamos que incluso se escapan volando de la escuela.

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EL CUADRO DEL OTOÑO

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Nuestros pequeños exploradores se han enfrentado a un enorme reto: realizar el gran cuadro del otoño. Ayudados por la mesa de luz, la expresión plástica se convierte en una actividad inesperada. Y si encima utilizamos dos mesas y las cubrimos con materiales tan juguetones como el plástico de burbujas, la sorpresa es aún mayor.

¡Pinceles y rodillos, en formación! –ordena la profe-. ¡En marcha, colores del otoño!, continúa mientras se despliegan sobre las mesas los instrumentos para pintar y, por supuesto, el rojo, el amarillo, el marrón, el naranja y, por último, el verde, que cuando hace frío siempre es el más tardón y le cuesta salir fuera.

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Cuando todos están listos, los niños y niñas empiezan a pintar. “Chop-chop”, dicen los que usan los pinceles. “Zas-zas”, contestan los que llevan el rodillo. No hay nada más divertido que imitar estos sonidos cuando cubrimos las burbujas de plástico, a las que la pintura se pega como si fuese un camino de piedrecitas.

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Los alumnos se afanan con libertad en cubrir las partes de la mesa que más les apetecen, mientras de fondo les acompaña la melodía del ‘Otoño’ de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Los colores de las dos mesas aprovechan para bailar, acompañando a cada nota con un cambio de tono que transforma lo que hasta entonces estaba pintado.

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Al acabar, esperamos a que el mural esté seco y, cuando vienen los padres a buscarnos a la salida del cole, les pedimos que nos ayuden a terminarlo. Tenemos castañas, bellotas, piñas y un montón de hojas secas que vamos a pegar con celo para que el cuadro sea en tres dimensiones.

La mesa vuelve a ponerse en marcha y, antes de que le dé tiempo a bostezar (porque hoy hemos trabajado mucho), los niños y sus papis han colocado todo los frutos del otoño.

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No nos vamos a olvidar de este mural tan chulo que nos recuerda que aún quedan muchos días de esta estación tan colorida. Por eso, lo ponemos en la ventana de la clase. Como el plástico de burbujas es transparente, así también se puede ver desde la calle y lo disfruta todo aquel que pase.

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HACEMOS UN MÓVIL DE HOJAS SECAS

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Cerrad los ojos e imaginaos a qué suena el otoño. Puede sonar flojito, como las gotitas de lluvia que chocan contra el cristal de la ventana. O fuerte, cuando asamos castañas al fuego y hacen “crac-crac” al abrirse. Ahora trasladaos a un bosque y escuchad como suenan un montón de hojas crujiendo bajo nuestros pies.

Pedimos a los papás y las mamás que, junto a sus hijos, escogieran un elemento del otoño para traerlo al aula. Y nos llenamos de hojas y otros frutos de esta estación que pusimos a la entrada de la clase.

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Cogimos un buen puñado de hojas de platanero y cuando encendimos la mesa… ¡Chantatatachán! Las hojas se pusieron de todos los colores. Ya no eran sólo naranjas o marrones. Volvieron a ser verdes e incluso rosas o moradas, como si estuviesen vestidas para una fiesta.

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Sacamos los cuencos más divertidos de nuestro cole y las pusimos dentro. Los peques pudieron volver a oír el otoño, aplastándolas con sus deditos. Cada crujido era una carcajada de las hojas, que no aguantaban las cosquillas y se reían muy alto hasta que no podían más.

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A continuación cubrimos la mesa de papel continúo, sacamos pinturas de colores y rodillos. Colocamos una hoja delante de cada niño para que la pintase entera con los colores de la estación, naranja y amarillo.

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Tiramos del rabito y cuando la levantamos…. ¡sorpresa! Hemos dibujado la forma de la hoja sobre el papel sin darnos cuenta. Nuestros exploradores pueden ver cómo se pone de todos los colores encima de la mesa.

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Aún nos queda lo mejor. Rellenamos el interior de nuestras hojas mágicas con los cachitos de sus ‘amigas’, las que tenían tantas cosquillas. Con un poco de pegamento vamos pegando con el dedo  los trocitos, trabajando la coordinación manual y la motricidad fina.

¡Es increíble! Cuando rellenamos toda la silueta nos damos cuenta de que cada pedazo se ha unido a otro para volver a formar una hoja grande. Y lo hemos conseguido nosotros solos, sin ayuda de la profe. Podemos volver a encender la mesa para verlas cambiar.

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Al final del día, hacemos un mural con nuestros trabajos y luego las colgamos del techo del aula, formando un móvil de hojas que, además, bailan cuando el viento se cuela soplando por la ventana.